miércoles, 28 de abril de 2010

Comunicaciones en La Empresa

La comunicación en las empresas, constituye una asignatura pendiente en muchos casos. Quizá las dificultades se hacen más visibles en las comunicaciones jerárquicas; unas relaciones que también se impregnan de la cultura corporativa, del estilo de dirección de la empresa. Comunicarse mejor contribuiría, como sabemos, a la efectividad y la satisfacción profesional; pero encaramos ciertamente barreras culturales arraigadas.

Aunque todo es bastante más complejo, podríamos aceptar que dos personas se comunican cuando, con propósito generativo, se transmiten información que perciben con atención, acompañando claves para interpretarla debidamente. Sin duda, junto a la sintonía cognitiva, cabe esperar también una dosis de empatía emocional, de modo que quienes realmente se han comunicado han dejado cierta huella unos en otros… Claro, cuando no hay confianza, intereses u objetivos comunes, etc., no cabe esperar que exista una buena comunicación, y esto pasa en no pocas relaciones interpersonales, incluidas las jerárquicas en las empresas.

Hay desde luego directivos sinceros, pero es verdad que algunos otros, hablando en público o privado, evidencian en ocasiones que no se creen lo que están diciendo, sin ser tal vez conscientes de ello.
Todos, en cada contexto, deberíamos otorgar un significado similar a términos como “capital humano”, “inteligencia”, “empowerment”, “estrategia”, “comunicación”, “calidad”, “orientación al cliente”, “liderazgo”, “trabajo en equipo”, “excelencia”, “objetivos”, “innovación”, “proceso”, “valor”, “competencia”, “profesionalidad”, “responsabilidad”, etc., pero, si ya nos dispersamos al interpretar estos buzzwords, en mayor medida lo hacemos, quizá, al utilizar etiquetas y términos más particulares de cada cultura corporativa. En todo caso, habríamos de ser todos coherentes con lo que queremos decir, para lograr los efectos deseados.
En no pocas empresas sigue habiendo mucho empeño en separar el “nosotros” del “ellos” (se habla también de líderes y seguidores) y mantener el statu quo relacional; pero esto ha contribuido a hacer de la comunicación interna una asignatura pendiente, y sin superarla no cabe contar con la activación de la energía psíquica ni, por consiguiente, del capital humano disponible. Si alguien debe seguir instrucciones detalladas, se limitará a ello y poco más. Ningún trabajador, júnior o sénior, puede pensar que se está comunicando con su jefe, si éste le dicta y él obedece. La comunicación, bien entendida, implica respeto mutuo y activación de las inteligencias respectivas: lo sabemos.

Sin comunicación no hay alineamiento de esfuerzos tras las metas, y esto no sólo pone en riesgo la consecución de resultados: también genera frustración profesional y personal, y pone igualmente en riesgo la salud mental de los incomunicados.

Pensemos, en un jefe y un subordinado, en el escenario de la economía emergente del saber y el innovar. Pueden comunicarse de modo efectivo en beneficio de ambos y de la organización, pero también pueden empeñarse en lo contrario. Hay razones cognitivas, emocionales y volitivas que explican los déficits de comunicación, incluyendo inquietudes, intereses, sinrazones…

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